10
Mar

¿Por dónde empezamos?

A menudo cuando pensamos en la necesidad de digitalizar nuestro patrimonio solemos creer que lo más urgente, lo que deberíamos hacer de inmediato, es comenzar por los archivos y documentos más antiguos que conservamos. Y es probable que sea así. A quién no le hubiera gustado tener digitalizados los archivos y documentos desaparecidos en Siria, o el medio millón de volúmenes destruidos en la Biblioteca Nacional de Iraq, o los 20.000 manuscritos de incalculable valor devorados por el fuego en el Instituto Ahmed Baba de Tombuctú, en Malí… por citar tan solo tres ejemplos cercanos. Por supuesto. Pero quizá sea también el momento de reflexionar sobre otras necesidades. Al fin y al cabo, los documentos más antiguos de nuestras parroquias y de los archivos municipales llevan con nosotros cientos de años. La mayor parte, por suerte, están conservados perfectamente. Es decir, es relativamente sencillo acceder a un contenido de hace más de quinientos años. Solo tienes que abrir el manuscrito o el documento y ahí está…

¿Crees que sería tan fácil acceder al contenido digital de, por ejemplo, un disco flexible de 1988?, ¿o de una cinta de datos digitales de los años sesenta?… ¿o sencillamente de un CD Rom o DVD de datos de los años noventa?.

A estas alturas ya sabemos que el soporte digital es uno de los más débiles como formato de preservación. Un CD o DVD posee una vida útil que no va más allá de cincuenta años. Y nuestros colegas ingenieros siempre dicen que hay tan solo dos clases de discos duros; los que están rotos, y los que se van a romper… Lo que ocurre es que la capacidad de replicación sin pérdida del formato digital lo convierte en una de las opciones de conservación y copias de seguridad más efectivas.

De ahí la primera pregunta… ¿Por dónde empezamos? Es probable que tengamos que comenzar por ambos extremos. Por el patrimonio más antiguo, pero también por los “primeros” formatos digitales antes de que se pierdan definitivamente. Y esto no solo ocurre con los “datos”. Ocurre, sobre todo, en el nuevo patrimonio artístico digital y cultural. Obras de net art, eventos artísticos y creativos en red, ibooks, blogs de arte contemporáneo o universos creativos transmedia y multimedia están desapareciendo a velocidad de escape engullidos por la obsolescencia de los sistemas operativos y por la evolución de los soportes de reproducción. Y tenemos un gran problema.

La siguiente pregunta seguramente será una paradoja… ¿Cómo “digitalizamos” lo “digital”?